domingo, 12 de febrero de 2017

Nuestra Amabilidad... ¿Es evidente a todos?

¿Quienes nos conocen dirían que somos amables? ¿Que nuestra amabilidad es evidente? Amabilidad, gentileza, bondad. Tres sinónimos elegidos en distintas versiones del mismo texto de Filipenses 5:5. Algo evidente es algo que se ve a simple vista, algo de lo cual no hay dudas. ¿Pueden todos ver nuestra amabilidad de manera tan clara? 

La mayor parte del tiempo considero que Dios me da la gracia de ser amable. Me sorprende lo natural que se me hace a veces ser amable con desconocidos. Sonrío, contesto cuando me preguntan, me intereso por el otro. Suelo tratar bien a los demás.

Es dentro de mi hogar, el lugar donde anhelo que el Reino de Dios se instale, donde, por momentos, me permito dejar de lado la amabilidad. Quizá no escucho un comentario que me hacen los chicos. Quizá respondo bruscamente. Quizá no me detengo a mirar a alguien cuando me habla. Quizá mi tono de voz es brusco. Quizá soy fría, descortés. Puede haber momentos en los que soy desconsiderada.

Con frecuencia veo falta de amabilidad en la calle hoy en día. Pero... ¡Que triste ver falta de amabilidad en el hogar!

Un buen termómetro para ver como está mi amabilidad es observar si mis hijos son amables. Con nosotras... Entre ellos. ¿Los chicos son buenos entre sí? ¿Cómo es su tono de voz? ¿Se hablan con gentileza o son hoscos y bruscos en su trato? ¿Consideran al otro como más importante que a ellos mismos o hacen las cosas por egoísmo o vanidad? ¿Hacen favores a los demás con alegría? ¿Son serviciales?


¿Qué madre no se preguntó alguna vez de sus hijos, "¿De dónde sacaron eso?" Mis hijos andan conmigo todo el día... No puedo responsabilizar a la escuela o a sus amigos o a los medios tecnológicos por sus actitudes. Están la mayor parte del tiempo bajo mi influencia, impregnados por mi andar. Observarlos me lleva a preguntar, ¿Es mi amabilidad evidente para ellos? ¿Se les ha "contagiado"?

Me pregunto, ¿Cómo es que dejo de ser amable consistentemente dentro de mi hogar?

El tema es la consistencia. Por alguna tontera pierdo mi sonrisa. Me concentro tanto en mis prioridades que ignoro una pregunta que me hace alguno de mis hijos. A veces les contesto bruscamente porque estoy apurada o "en otra cosa".

Quizá la respuesta tenga que ver con esto de estar afanosa, apurada...

¿No es interesante que justo antes de que Pablo dice, "Que su amabilidad sea evidente a todos. El Señor está cerca.", él diga, "Alégrense siempre en el Señor. Insisto: ¡Alégrense!"? ¿Será que es más fácil ser amables cuando estamos alegres? 1 Tesalonisenses 5:16-17 también relaciona la amabilidad con la alegría. "Esfuércense siempre por hacer el bien, no solo entre ustedes sino a todos. Estén siempre alegres, oren sin cesar" ¿No es interesante que los dos pasajes mencionan la importancia de la oración?

Terminamos la primera semana de "clases". Y fue todo bastante bien... Pero en el afán de querer "hacer todo", de a ratos perdí mi amabilidad. Me vi por momentos irritada, impaciente, apurada. La lección más importante para mi esta semana fue la de no dejar de lado la amabilidad en pos de la productividad. A Dios no le interesa si terminamos todo lo que nos habíamos propuesto hacer. No le impresiona nuestra productividad. Le importa que nos amemos. Y que mostremos ese amor en un trato amable y amoroso.

¡Dios es bueno! Y amable. Que podamos andar con El, alegrarnos en El y que se nos "contagie" su amabilidad.


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